Consideraciones de un paleto (02/03/2004)
No sé a ustedes, pero a mí hay triunfos que no me dejan buen sabor de boca. El del domingo, sin ir más lejos. Diga lo que diga el tanteador —que a menudo ni ve, ni oye, ni entiende—, fue uno de los peores partidos que ha jugado el Atleti durante el campeonato, tan pródigo en encuentros deplorables.
La incompetencia del equipo para imponerse a un rival que actuó setenta minutos con un hombre menos, no por temida resultó menos descorazonadora. La faceta atacante del cuadro del Calderón se redujo —como tantas veces— a Ibagaza y a Torres. Ni Novo, ni Aguilera, ni Nano hicieron otra cosa que corretear sin ton ni son buena parte del match. De los Santos es un cero a la izquierda; Simeone vive de los recuerdos (ni le confiere carácter al once ni realiza ninguna función útil en el conjunto); y Jorgito es como esos toreros que siempre apunta maneras y nunca cuaja una buena tarde.
El míster —enamoradizo e infiel como un quinceañero— ahora se ha prendado de Arizmendi. No tardará en olvidar al grácil bigardo cuyas fabulosas condiciones resultan casi imposibles de discernir a simple vista. En el ínterin, relega a otros futbolistas más hechos: Nikolaidis —hasta hoy un puntal, según los exagerados de la torpe crítica deportiva—, o Paunovic, que de vez en cuando mete un gol. Rodrigo —al que Manzano se hartó de elogiar en la canícula— está missing, que dicen los snobs.
Una palabra sobre el desfile de jugadores novatos —Gabi, Toché, el propio Arizmendi…—. Promover la cantera es una buena política de la que no conviene abusar porque se corre el peligro de desmoralizar a los veteranos y desquiciar a los chavales, que hoy entrenan con el conjunto de primera y mañana con el de segunda, o tan pronto se sienten titulares indiscutibles como ni siquiera figuran en la convocatoria. (Acaso el Atleti B pagó el domingo ante el Toledo la alegre versatilidad del coach.)
¿Qué ha sucedido con la aceptable forma del bloque lograda en el último tramo de la primera vuelta? Se esfumó tras la pausa navideña. ¿Y el ardor guerrero? Pereció en el desastre de la Copa. ¿Las explicaciones? Pídanselas al jiennense genial.
Aunque no sería justo echarle a él todas las culpas, pues la secretaría técnica volvió a lucirse. Lo normal es que de cada cinco fichajes, uno salga muy bien, dos sean útiles, otro no termine de cuajar y el último pegue el petardo. Año tras año, la proporción se invierte con el Atlético: ni Musampa, Nano, el ya citado Rodrigo, De los Santos, Simeone, Oliveira —¿quién y a cambio de qué decidió aliviar la nómina de la Juve?—, Paunovic o Gaspar valen lo que se aseguró que valían. (El Atleti incorporó cara al presente campeonato a doce jugadores distintos—catorce si contamos a Oliveira y a Aragoneses—, con relación al plantel del año anterior. Pues bien, sólo Lequi e Ibagaza han estado a la altura y no todos los días.)
De modo que el frenesí de nuevos contratos, tan del gusto de los Giles —ay, esas comisiones jugosas, ¡qué caras le cuestan a la institución!—, creó cinco o seis problemas por cada uno resuelto.
Pero que no cunda la melancolía: el próximo cargamento de figuras contrastadas se apelotona ya en la sala de embarque. Y hay de todo: desde porteros merengues hasta brasileños que deslumbran en Madeira, pasando por magos que hechizan al público en la serie B italiana. Yo me conformaría con que viniese E’too —aunque sea un poco cabra loca— y cambiásemos de míster, de secretario técnico y de salvíficos mandamáses. Pero uno es un fulano que, por no entender, no entiende ni de comisiones. ¡Menudo paleto!