Milagro a las 11 (09/03/2004)
Ensimismado en mis propias miserias, ya ni sufría ante el dantesco espectáculo que la troupé de un señor tan coherente como competente tiene a bien conducir los destinos de mi club del alma.
Absolutamente roto el vínculo umbilical que unía mi corazón con el del club que mi padre me dió a bien abrazar desde que tuve 3 meses, paseaba mi mente por rincones menos sórdidos que los que hoy en día existen en el Calderón verbigracia del MAL.
Hace tiempo que ya no siento lo que debería sentir.
Hace tiempo que las victorias en el último minuto me parecen una derrota.
Hace tiempo que sangrar ya no me alarma pues siempre se podrá ocultar con una venda inútil.
Ayer me encontré naufragando en medio de un silencio ensordecedor.
Ese silencio que denota el hastío, pero no la revolución.
Ese silencio que anuncia la tormenta que nunca descargará.
Reducido pues a un mero interrogante mi corazón sólo pudo a duras penas murmurar un leve GOL cuando Nano perforó la portería contraria.
Es cuanto menos descorazonador que sólo la suerte explique que aún estemos 6º en la clasificación.
Que con una plantilla como ésta ya sea reconocida por todo el mundo como una quimera la ilusión no ya de títulos sino de luchar por algo que por herencia nos corresponde, la Champions.
Pero lo más desolador, lo que azota sin duda cualquier ánimo a trabajar por ese cambio no ya necesario sino imperativo es observar por quién estás luchando.
Mirar alrededor y ver la nada, el vértigo de la soledad comunitaria. La pequeña filia que sustenta una llama diminuta que apenas ilumina para ver los ojos de mi compañero.
Y me convenzo que lo hago por mí y por lo que mi padre me enseñó de este club. Y que lo hago por mí y por lo que mi abuelo me alentó.
Y que lo hago por mí y por los que juntos luchamos pues todo ésto no sólo me ha traido sinsabores sino también conocer nuevas personas que con el tiempo se llaman amigos.
Y me digo a mí mismo que sí, que la verdad está de nuestra parte y eso nos hará libres....
Pero es tan duro creer que sólo por eso lograremos algo.
Es tan duro e ingrato sentirse sólo en un océano de incomprensión cuando no de rechazo.
Ayer volvió a mi mente la primera vez que fuí al estadio.
Apenas tendría 4 ó 5 años.
Jugábamos contra el sporting o el Zaragoza.
Era media tarde de un domingo de Septiembre. El sol acariciaba lánguidamente nuestros rostros, y en el ambiente ese maravilloso perfume a césped que acababa de descubrir.
Finalizó el partido con 2-1 a favor del Atleti. Entonces mi padre me cogió de la mano para salir del estadio.
Yo me resistía por lo que mi padre sorprendido me preguntó qué me pasaba.
A lo que yo le dije...."¿cuándo le dan la copa?, ¡¡¡¡quiero verlo!!!!"
Mi padre esbozando una sonrisa contenida de amor y cariño ante mi inocencia infantil resolvió por asegurarme que el siguiente partido lo vería.
Ayer volvió a mi mente esas palabras que acompañaban el declinar del sol de una tarde de otoño en Madrid.
Decidme...¿qué preguntan hoy los hijos a sus padres en el Calderón?.
Porque entonces sí que habré encontrado un nuevo motivo para seguir caminando.
Pues no podría perdonarme que no hubiera hecho nada para cambiar de los labios de un niño la interrogante que hoy en día plantean: "¿Habrá otro milagro a las 11, papá?"