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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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El día después (12/03/2004)

Al dolor suele seguir la desesperanza o la rabia. A un dolor terrible, el aturdimiento, la angustia, el desvalimiento absoluto, o la agresividad presta a encontrar un objeto sobre el que descargar el también comprensible deseo de venganza, de justicia.

 

En cualquiera de ambos casos, el resultado es el terror, la creación de un difuso y generalizado estado de terror. Y en ello, justamente, está el objetivo del terrorismo, de cualquier terrorismo. El moderno, o posmoderno, según se mire, que hoy nos aflige y aterroriza, necesita para ello, para alcanzar la sublime aspiración que lo alimenta, de los medios de comunicación, que son su auténtica onda expansiva, y sin la cual no tendría sentido.

Muchos dirán, ¡ah!, pero ¿el terrorismo tiene sentido? Sí, desgraciadamente lo tiene. Es no ya humano, y bien humano, sino social, muy social, y además, éste que hoy destroza vidas por cientos o por miles, uno bien moderno. Es falso que el terror nacionalista, extremista o fundamentalista, sea un mero residuo de una barbarie precivilizatoria. ¿Podemos entender el terror nazi con ese esquema, o el del bolchevismo y su hijo el estalinismo, o el del maoísmo y su hijo camboyano? Creo que no. Pues tampoco estos terrorismos de nuestros días, y en concreto el de ayer.

Es cierto que, en términso político-electorales, no es igual o indiferente quién o quiénes sean los responsables directos de la matanza de ayer. Pero esperar, y hasta desear, que sea uno u otro, para así cargar la responsabilidad política de un lado u otro, según la inclinación propia, creo que no es demasiado inteligente en este preciso momento, sin entrar en valoraciones morales.

Cierto es que la política exterior de Aznar nos ha metido en un berenjenal de consecuencias hoy por hoy imprevisibles, y que algún día –el domingo u otro posterior- le acabará pasando factura al PP. Pero mucho cuidado, ante todo con esa idea, tan española y franquiana, de pensar que, quien no se mete en líos, nada tiene que temer. ¿Tampoco las víctimas de Bali, de Estambul o de la sede de la ONU en Bagdad? ¿Eran ellas o quien mandaba en sus países aliado de primera fila de Bush? El triste protagonismo de Aznar en todo el asunto de Irak lo único que hace es aumentar la probabilidad de que seamos objetivo del terror fundamentalista islámico, pero si no lo hubiera tenido, tampoco estaríamos a salvo. De hecho, ¿dónde parece que se preparó gran parte de la operación del 11-S? En España. Si nuestras fuerzas de seguridad actuaran eficazmente contra la red que en nuestro país a buen seguro sustentó la trama, y que a buen seguro también aún subsiste o se ha reconstruido, ¿qué nos depararía? ¿El cortés y deportivo reconocimiento de Bin Laden y secuaces de que hemos cumplido con nuestro deber y nada hay que objetarnos? En un mundo global como el nuestro, nadie está realmente a salvo del terrorismo global.

No menos cierto es que la posición adoptada por una buena parte del progresismo de este país tiene una responsabilidad cierta en el crecimiento y desarrollo de ETA. Yo mismo asumo mi cuota de responsabilidad. Rehenes de nuestra propia historia y de nuestra biografía, muchos hemos pensado, demasiados mucho más tiempo del razonable y por ello admisible, que los ibéricos nacionalismos eran una causa justa y digna de apoyo, o al menos merecedora de simpatía. Pues bien, a este respecto no voy a abundar en lo que un colega y tradicional enemigo intelectual mío, Mariano Fernández Enguita, escribió con gran tino anteayer en El País, o en lo que hoy en este mismo diario dice otro con quien tampoco comulgo ideológicamente, pero que en este asunto cuenta desde hace tiempo con todas mis bendiciones, Fernando Savater. Me limitaré, por ello, a reproducir el último párrafo del artículo de éste, porque condensa muy bien mis propias conclusiones: "Es precisamente aquí, donde el nacionalismo obtiene tanto reconocimiento y parabienes, donde también florece el terrorismo más sanguinario de Europa. Y aquí ETA sirve de diosa tutelar a todos los nacionalismos, lo quieran o no, dándoles el suplemento de seriedad social que nunca se habrían ganado ni por sus ideas ni por sus propuestas. El terrorismo es un proyecto de domesticación social, por medio del cual los totalitarismos consiguen la obediencia de la democracia carente de virtud cívica: en el País Vasco ya han conseguido en gran parte su propósito, en Cataluña llevan buen camino para logralo pronto y después... El resto no será silencio, sino más mentiras, mucho diálogo y bandas de música tocando himnos patrióticos".

Pienso, en definitiva, que ayer, cientos de personas en sus destrozadas carnes, miles por afinidad afectiva en sus corazones, y millones por vivir aquí y ahora, simplemente, en sus espíritus, son –somos- víctimas de un proyecto totalitario que busca domesticarnos; o sea, que, aterrorizados, presionemos a nuestros gobernantes para que se rindan ante sus sublimes objetivos; y/o que demos rienda suelta a nuestra agresividad y sentido de la justicia, buscando al objeto sobre el que materializarlo -un vasco, un moro-, de manera que se realimente el círculo infernal del odio en el que tienen su más fuerte apoyo.

Yo, ante esta tesitura, sólo se me ocurren algunas cosas: seguir viviendo todo lo honradamente que sé, acompañar en el dolor a las familias destrozadas, mostrar mi admiración a la gente que ayer dio todo lo que podía para ayudar a las víctimas (un saludo Southampton), ir esta tarde a la manifestación en mi ciudad y reafirmarme en ese insulso y poco contundente artificio que es la democracia y sus esqueléticos valores. Sé, como bien dice hoy otro que tampoco es santo de mi devoción (J.L. Cebrián), que esto no constituye la solución de nada, pero también creo con él que es la condición para todo.

Posted: mar 12 2004, 12:00 por SDHEditor
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