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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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Realidad Virtual (21/04/2004)

Son, después de todo, seres humanos. Están en mal estado: averiados, locos. No han dejado de proliferar, pero son de un material peor. Se asoman al acantilado de los vomitorios con sus bolsas, acicalados para la guerra. Conocen himnos que arropan con un aparato de enfado, de perplejidad, de postrimería. Su nicho de ultimidad los ha hecho dementes. No están hechos para durar. Han sido despojados en masa pero los han convencido a todos de que son...  de que son eternos, de que no mueren ruidosa y vanamente, amortajados por sudarios de poliéster, entre una risa abufandada, con sus vituallas de mantenimiento, en los anillos de cemento, bajo la visera de la tribuna. Malheridos por las danzas, aún continúan rugiendo. Parecen momentáneamente hermosos bajo el atardecer, alocados, han sobrevivido a tantas cosas que tienen una dignidad propia. A sus pies ya no hay surcos en la arena, ni un circo, ni otros recintos donde crece la planta de la proeza. Hay un teatro de cartón, una sala apenumbrada, llena de humo y énfasis, con un ring donde se menean sin decoro gañanes de medio pelo, agolpándose los unos sobre los otros, dándose abrazos extenuados que buscan marrulleramente un respiro. En las esquinas los arrullan con agua, con toallas apelmazadas, con palabras absurdas que no vienen al caso. Los alientan seres más graves, más resentidos, más fracasados. En los pasillos te hablan de aquellos combates luminosos, pero su jerga me aburre. Se adulan, se palmean los hombros, fueron, sí, magníficos. Su momento pasó, ahora pelean por las apuestas. A menudo zurran sin gracia pero valerosamente a otros desgraciados que se desploman con estrépito, pero yo mantengo la boca cerrada. Llevan mucho tiempo cayendo por la pendiente. Oh, sí. Están tan muertos que parecen vivos.


Me levanto muy de mañana, nervioso, casi exultante. Me dan ganas de decir las palabras mágicas. ¿Hueles eso, hijo mío? Es napalm. Me encanta el olor del napalm por las mañanas... Huele a victoria. Empiezo a salivar ante la idea de ver a esos tontines napalmizados, noqueados, descuartizados, con las cabezas adornando en estacas la línea de gol. Venga, vamos a por ellos.  

 

Recupero lo que sin lugar a dudas es una pose. Algo hay de aquel resquemor en las tripas, como las citas sin historia con un flirt recién estrenado. Pero no, esto es más bien un bienintencionado reencuentro con un amor del pasado, con un desengaño. Con mis trapos mejores, hago ver que no hubiera pasado nada. Estoy henchido de buenas intenciones y mido cada palabra. Estoy dispuesto a creerlo todo. Debemos darnos una oportunidad (y ya van...). Todo ha de ser distinto. A partir de ahora...  

 

Bajo un cielo tonto, que eludía pronunciarse en su bóveda de acero, perlado, un anti-cielo, correteaba yo solo, con mi risa perspicaz, envuelto en una faja de ozono de abril, tosiendo, aullando, equipado con mis zapatillas desportilladas y una camiseta comme il faut, un souvenir, más que nada, de una vacación insólita (como de Benidorm o Acapulco... pero de Stuttgart 62 o Heyssel 74, cuando estas rayas representaban algo muy distinto) y que ya no me dice nada.

 

Uhhh, me doy de bruces con episodios de Kale Borroka en el Paseo de los Melancólicos, una lucha callejera basuril, joven, mentonuda, salvaje. Un zeitgeist urbano, sí señor, junto a una residencia de ancianos de pago, en un pasillo enladrillado con sucursales bancarias y viviendas con piscina: el sueño pequeñoburgués sacudido por las hordas. Esas casas han ido medrando como cubos alrededor del estadio. Antes, al enfilar el último tramo desde Pirámides, una balaustrada rojiblanca (algo hortera, desde luego) saludaba a los nómadas, a los pielesrojas adictos a la misa laica. Ahora divisas de sopetón el ático de un señor de provincias que hizo algún dinero y vive a todo tren en el Mirador del Calderón, con tarima flotante y un eficaz equipamiento doméstico. Y con aire acondicionado. Mucho temí porque Chinasky hubiera estado por allí, azuzando la revuelta a lo Tyler Durden, con su know-how. Pero esto no es su estilo, no. Allí están los muchachos, con sus bidones de glucosa, morapio on the rocks, humeantes criaturas abrasadas, amotinadas en el polvo, plantando cara al aire... Esta ciudad está abotonada por revoluciones cada día. Al otro lado están los custodios del Bien, mucho más preparados con sus rodilleras acolchadas, sus hombreras intimidatorias, sus escafandras y sus látigos homologados, lanzando pelotas tras sus escudos de plástico durísimo, dándoles lo suyo a esos teenagers descarriados, agazapados en los contenedores con su cara de cumpleaños, levantando el campamento de una fiesta inverosímil. Estos llevan la cara cubierta, pero no hay en ellos ningún rastro de vergüenza. Se divierten, no más, sin que los dueños de la sociedad sean sobresaltados en sus archipiélagos ajardinados por estos outsiders errados. Quid pro quo, susurro mientras me deslizo por un pórtico que no da a ninguna parte, con mis fastidiadas piernas pidiendo un respiro, huyendo del lío, de los muchachos varados en los portales con una desdicha que se me antoja vieja. Maldigo, como el poeta, “la mierda petrificada del presente”.

 

Compruebo que el ambiente del partido estaba en los aledaños del estadio. Anochecía. La gente bajaba hacia el campo. Dentro, la megafonía conseguía arruinar por completo la atmósfera. Un gritón cojonero, un antifenómeno de la voz, radiaba un partido con monigotes pixelados, una fantasía vectorial en 3D donde al final terminaban ganando los de siempre. Una frase del castratti al servicio de los artistas de la playstation acertó a decir una frase que me sobrecogió: “... esta realidad virtual que estamos viviendo”. Desde luego, amigo. Tú lo has dicho. Esto es una realidad virtual, no hay duda. Dadme la pastilla azul y olvidémonos de todo este jaleo.

 

Y luego los traviesos crónicos con sus tifos zorrunos y las amaneradas aves de corral de aspecto humano. Francamente, queridos, no creo que ahí abajo nadie esté a la altura del paisaje que describís. Nuestro coach exhibe su pequeñez alineando un solo punta, jibarizando un equipo ya sin filo. Y los obreros especializados de la medular palidecían, nombre por nombre, junto a las vedettes. De los Santos, Aguilera y Gabi frente a Beckham, Figo, y Zidane. “Pues a mí me da que hoy ganamos”, digo por fin, y no mentía. Los otros son una ruina física, una banda de adinerados gigolós que ya no engaña a nadie con su piel vitaminada y sus botas metalizadas con empeine de hidrógeno, manufacturadas por algún niñito de Bangladesh con tracoma. Venga, hombre, darles unas buenas hostias. Dadles lo suyo, lo están pidiendo a gritos. Los otros eran una ruina, pero nosotros, ay, nosotros... deberías echarnos un vistazo, amigo.

 

«Cuando te meten un gol así dices: pero qué coño es esto, vamos, que se te queda cara de gilipollas», manifestó Aragoneses sobre el segundo gol del Trampas en la rueda de reconocimiento posterior al match. No te jode, pues eso mismo pensé yo cuando vi el primer gol: ¿pero qué coño es esto? Por no hablar de la cara de gilipollas. Ya no se ven estos goles en Primera, desde luego, no desde la hégira de Toni Jiménez y su injusta suplencia con los periquitos. Menudo pasillo, chaval, aquello parecía una pista de aterrizaje. Pues poco bien que sienta empezar la lucha con este handicap. Minuto cinco y ya vamos palmando, con los pulmones ennegrecidos y las piernas dóricas pesándonos como el plomo.

 

Aquel Madrid no era nada, pero el hombre más pobre en cien metros a la redonda era yo. Alcancé a abrir bien los ojos para echar un último vistazo alrededor y entender cuán triste era la realidad que abandonaba. Luego vino el robo, que ya se nos había olvidado cómo las gastan estos. Hasta yo, que no disti

Posted: abr 21 2004, 12:00 por SDHEditor | con 1 comment(s)
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