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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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Mi bolsa de la ropa sucia... (28/04/2004)

...ha visitado entre mis maletas todos los antecos y periecos que mis ojos vieron hasta esta noche. Siempre fiel a mi destino, como los capilares de tela rojiblanca que tantas veces ahogan mi pecho. Los tejidos más prescindibles se suelen meter en tal bolsa al final de cada viaje a presión, cuales sentimientos profundos en los posts de un foro virtual cualquiera. Y quizá sólo por eso, o también por batirme hoy en regreso y darme cuenta de lo que hemos pasado juntos (hasta el punto de volverme fan suyo, colosal incongruencia), mi bolsa se merece dar título y cabecera a este lamento.

 


Pues eso debe ser esto: un lamento. Ya que mientras comprimía un poco más la ropa, se me ocurrió estrujar en ella la pulpa de mi hecho diferencial y encontré, estremecido, que la más insolvente nada latía en el hueso de una fe, tan intangible ésta como naive, tan absurda como real.

Y me puse a buscar mi por qué, con los mimbres partidos, para saber si en realidad soy -y como esencia siento-, o si por el contrario existo sólo como entelequia creada por un zahorí de la plusvalía, y en el mejor de los casos ni pienso. Deconstruyendo a Suki quizá consiga encontrar mi esencia, me repito como hace la enfermera con su chascarrillo al anciano, a fin de que éste se trague una mentira con forma de sopa que sabe a rayos.

Así me he puesto a buscar en el origen de mi ser antes de ser atlético, donde quizá cobre sentido todo. Unos pantalones de franela gris a cuya compostura de cintura alcanzaba sólo con la yema de los dedos, la pierna de mi padre alzada envuelta en una férula sobre almohadas en su cama, las huellas de mi lagrimones calando una colcha de fieltro verde... son los recuerdos de infancia más cercanos al que ahora me atañe: aquel Thomson de ocho canales (de los que seis sólo producían nieve) en el que mi padre, aún fumador, sintonizaba para ver -a solas- el fútbol de los sábados por la noche.

Una de esas noches cerradas de invierno, en aquella caja sin mando apareció un corcel, engalanado en rojiblanco, con una crin tan larga como rebelde y morena, y galopó por la banda con una grandiosidad que sólo es medible en áureas. Y me enamoró para siempre. No sabría decir por qué, pero a quién demonios le importa, pues se pueden explicar las cualidades (al fin y al cabo, son definiciones adoptadas por convención humana), pero no se puede explicar por qué te enamoran, y menos en contraposición a otras.

El amor que de ese flechazo nació vivió en mí hasta mi más mediterránea pubertad tan virgen y unilateral como mi cuerpo, en una relación a distancia como la que en un día llevaran los insomnes de Seattle. Por traslado familiar, la suerte quiso sin embargo que diera con mis huesos en la Meca que albergaba mi templo. Y llegué a ella cuando la movida moría de auto-complacencia, actitud que luego ha resultado ser el monóxido de carbono de nuestros tiempos.

Mientras en la gran ciudad se ajaban los restos de mi infancia como una estampa de Polaroid, un Balbán se hacía dueño anónimo y a través de acciones (de las de en papel y de las ilegales) de los sueños y los anhelos, tapando con sus voces un fraude largamente pergeñado. Y en sus engaños, sin quererlo, alimentaba la parte rebelde de un amor púber que en esta plaza de quintas y mentiras "blancas" (que dirían los sajones), estaba tan prohibido como ridiculizado. Pero justamente los amores prohibidos se viven más intensamente, los imposibles colapsan los sentidos, y si además son verdaderos crean estatuas de kevlar en las entrañas que sólo mueren de olvido, es decir, de un suicidio necesario.

Las mecas, sin embargo, también tienen estas cosas: son ciudad de profeta y demonio. Y a mi canto en sí bemol acompañó siempre en no sostenido. Así pues inicié una hégira, y la relación consolidada pasó a no ser más que madrugones de kilobytes por segundo, desvelos de domingo a lunes y partes de guerra desde latitudes, tan recordadas como en absoluto añoradas.

"Volví con el tiempo justo para verte sobrevivir al desastre de Eritrea. Me quedé entonces para estar a tu lado, convaleciente estabas de tu secuestro. Y entonces falleciste a todo aquello que habías sido, rompiéndome el corazón en tres pedazos: uno muerto, otro viejo y el otro con forma de pasa. Mi Mazzola llorando en la vieja Vetusta se marcó a fuego lento en mi nervio óptico, y cuando llueve se me resiente, como una lesión de rodilla.
Desde entonces, que lo sepas, mi amor por ti es otro, es como el que se tiene por una mala novia: sabes que se aprovecha de ti y tu amor, pero anhelas que sólo sea una mala racha, y que por mucho que ésta dure, volverá algún día a ser la de antaño.
"

A la mañana siguiente desperté, y me aleje del amor para no arder en el infierno. Abrí las puertas de Tanhausen y entré para enfriar el dolor, pues así dicen los forenses que es la forma de aguantar la muerte. Y al tiempo comprendí, que el objeto de mi amor no estaba muerto, sino prostituido por el gordo Balbán, aquel al que yo hasta entonces había reido las gracias, creyéndole salvaguarda. Al fin y al cabo, yo también resultaba ser parte de una generación perdida, la que no recordaba por qué aquel flechazo, y para cualquiera de nosotros, niños de la Gómez Kemp, el éxito se medía en protagonismo, y aquel chulo (en el término de carretera de la palabra) lo había logrado para mi objeto: lo había convertido en la mayor puta de los infiernos.

Metido en la Antártida de los hombres cuando maduran, me fue fácil obviar la lejanía de los cuerpos. Pero quise tener noticias de nuevo, y descubrí a más mancebos, románticos de lo mismo, algunos de un pasado que habían incluso vivido, pero que a mi generación sólo nos han contado con ese color sepia que da más beldad a Clío. Aquellos mancebos amaban desde otros tiempos, y seguían padeciendo las cenizas de lo eterno. Y con todo, querían celebrar el centenario de la Messalina. Porque en algún momento les había dado vida sentir, porque somos por cuanto sentimos, incluso aunque un demiurgo nos engañe en nuestras percepciones.

Como los serbios nacionalistas celebran una derrota, preparamos la fiesta en su honor, y ello me obligó a volver a la meca. Esa mierda de ciudad que aún hoy me aprisiona... y a la que sólo me une el amor a algo que en ella va muriendo.

"Pero si por ti he sido Jano transfigurado. Si por ti he abatido los muros de esta sociedad de moral hiperlaxa en la que me han metido. Si por ti he soportado que un doctor Fausto en llamando a su mefistófeles matase a los que servimos para ser él responsable de algo (aunque fuera nuestra muerte). Si por ti he tragado orgullo, masticado lágrimas y sofocado euforias. Si por tu anhelo he hiperventilado, naufragado, malcomido, malpeinado... y peor vestido. Si por ti he cambiado felicididad por destino... Es que soy tuyo, cojones, o no, mejor TÚ ERES MÍO. Y no luchar hasta la muerte por ti no tiene perdón de Dios ni de los hombres."

Y hoy me toca volver a Madrid. Y con todo esto he quedado convencido. Soy del Atleti en mí mismo, no puedo ser otra cosa.Y soy del Atleti por mí mismo, y a pesar de todos. Y el Atleti es mío, es tuyo, es de los que le amamos, por mucho que se lo follen otros. Y sacarle de las garras del Cabrón (por diablo) es una guerra ganada de antemano, aun (sin acento) sin día de la victoria final marcado. He batido sus engaños, he superado las palmaditas en la espa

Posted: abr 28 2004, 12:00 por SDHEditor
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