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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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¿Derrota fundacional? (17/05/2004)

(La muerte no prueba nada.)  

Hablaré por mí: ojalá que Gil no hubiese muerto y se hubiera restablecido completamente. Nunca le deseé ningún mal, ni siquiera la cárcel, tanto menos su óbito; sólo quise que se fuera del Atlético.  Los que hemos consagrado algunas fuerzas y algunas horas a criticar la gestión de nuestro club de fútbol favorito, pensamos hoy, en medio de esta desgracia, lo mismo que antes. El juicio que nos merece Gil y su gente no ha variado: han sido y son una calamidad para el Atlético de Madrid, pero quizá hoy no sea el día de abundar en los mismos argumentos y en parecidas consideraciones. Guardemos silencio de luto, pues. Ahora bien: que conste que la muerte no prueba nada. Que Gil pudiera morir —como podemos morir todos en cualquier momento, en cualquier lugar— no significa que sus detractores estemos equivocados. Es verdad que, frente al golpe seco de esa guadaña inmisericorde, los labios se niegan a entreabrirse para expresar las circunstancias comunes de la vida. Y eso es, creo yo, porque la muerte de un ser humano la confirma para todos, de algún modo la acerca para todos; y la sombra de la nada nos hace enmudecer. Pero tal desconcierto no puede durar mucho, porque la nada nada es, porque la muerte sólo es la ausencia de la vida, ni siquiera su reverso.

E insisto, no confundamos los órdenes: hay que sacar a la muerte de la discusión e impedir que su dramatismo degenere en tremendismo barato. La muerte no convalida los errores del fallecido ni tiene el poder de borrar sus actos. (Pésames.) La retórica funeraria se basa en el siguiente supuesto psicológico: el finado siempre parece la víctima de un ultraje indecible. De modo que, para contrarrestar esa terrible injuria, lo desagraviamos cubriéndolo de elogios. Aún así, todo tiene un límite. De entre las muchas cosas que se han publicado estos días rescataré una por la estupefacción que me produjo leerla. Son palabras textuales del hijo de Vicente Calderón: “Gil fue un luchador; ahora el club va a sufrir hasta encontrar otro Jesús Gil” (El subrayado es mío.) (Desamparo.) Tanta solicitud para con una persona y tan poca para con una institución que puede que sólo sea una cosa, pero esa cosa, tocada por miles de manos y miles de mentes, ¿acaso no se electriza de humanidad, no le contagia ésta su calor? Desde tiempo acá, el Atlético de Madrid sólo ha merecido alguna atención por parte de la prensa deportiva de la capital de España para ribetear con algún infortunio deportivo o judicial rojiblanco la portadas de unánime exaltación merengue. Para todos esos periódicos que se han volcado con fruición sobre el cuerpo presente de Gil, el Atlético ya no existía al margen de su propietario: sólo era un juguete roto, un instrumento embotado, en manos del difunto. Y pienso que quizá, sin esa indiferencia, Gil no se hubiese muerto encima del Atlético de Madrid, y la incalculable desgracia —ese pequeño fin del mundo— que la desaparición de toda persona entraña, no desteñiría su desolación sobre el club. (¿Derrota fundacional?) Como el Atleti únicamente era una circunstancia de Gil, el partido de ayer se convirtió en un acto póstumo del dirigente fallecido, también en una jornada de afirmación colchonera. Pero como bajo Gil la entidad se había acostumbrado a perder de todos los modos posibles e imaginables —con preferencia por los cochambrosos—, la tarde deparó más y peor derrota. De modo que el match ratificó el puperío del Atleti —hasta don Gregorio se apuntó a la tesis del mal fario insuperable— y la gente pudo sentir que la adversidad seguía con el equipo. Fue el mejor homenaje a Gil. No faltaron ni los papelitos, ni los confetis, ni los goles contrarios en el último segundo. ¿Una derrota fundacional? Que así sea.

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