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De modelos y futuro (19/05/2004)

En mi último encuentro con Fernando, bañado por un agradable sol más tardoinvernal que de primavera, charlamos un buen rato sobre el fútbol al que ambos llegamos de la mano de nuestros padres colchoneros y el que vivimos hoy.

 


Ayer, en El País, dos artículos de su sección de deportes han rescatado de mi memoria aquella amigable y animada charla.

 

En el primero, firmado por Diego Torres, se analiza someramente el modelo que, abierto por el Utd. desde Inglaterra, ha venido a consolidar y profundizar nuestro todopoderoso vecino y rival. Dice Torres que el modelo impulsado por Florentino Pérez es el de una productora de contenidos para espectáculos. O sea, representa el ingreso de hoz y coz en la moderna industria del entretenimiento del viejo espectáculo del fútbol. El Madrí, señores, es una superproducción, un proyecto comercial -curiosamente, sin necesidad de convertirse para ello en sociedad de tal índole-.

 

Para que este modelo funcione se necesitan dos cosas: el liderato permanente en todas las competiciones y una pléyade de rutilantes estrellas, no sólo –y a veces no tanto- en el manejo del balón, sino también en el de la imagen. Y esto último es por completo decisivo, pues parece que el proyecto comercial es lo que sostiene el apartado deportivo. Sin embargo, como se ha demostrado este año, ambas cosas no parecen tan fácilmente compatibles, y la llegada de rutilantes estrellas mediáticas, pestilentes de glamour, puede cerrar las puertas a un razonable proyecto deportivo, que permita alcanzar el liderato permanente en múltiples competiciones –por lo demás casi ajeno a la idiosincrasia del fútbol-.

 

A este problema debe añadirse otro no menor: un modelo tal no genera más identidad que la del propio éxito. O los triunfos caen como por rutina, o el edificio de tambalea. Esto, que ha sido posible en el Madrí porque esa era ya su identidad tradicional –“nasíos” para triunfar-, ahora se ha exacerbado hasta límites insospechados. La derrota no es que no se digiera, es que resulta inconcebible. De ahí que una temporada como la presente despierte alarmas que, para el común de los equipos mortales, sabrían casi a gloria.

 

Pero no es sólo esta la única ni la más pesada “cruz” con que habrán de cargar los seguidores merengues. No les tardará en ocurrir lo que ya me comentaba Fernando que ocurre en Manchester. Como Old Trafford, Chamartín, además de ser la especie de permanente Pasarela Cibeles que hoy ya es, acabará convirtiéndose en el primer parque de atracciones de Madrid. Japoneses y yanquis ajenos por completo al fútbol y su cultura, poblarán parcelas cada vez mayores del graderío, y sus exclamaciones de admiración y, alternativamente, bostezos, acabarán por sustituir el monocorde e insufrible ¡Hala Madrí!, propagado por medio de un altavoz a pilas.

Frente a este modelo, en la página siguiente, hacía acto de presencia el representado por el Valencia. Bajo el titular “La cocina de Benítez”, se nos presentaba al equipo técnico del Valencia y se nos daban algunas pinceladas muy ilustrativas de lo que representa la que es, quizá, gran clave del éxito levantino: un metódico y bien tramado grupo de trabajo. Exquisitez técnica y planificación meticulosa que, soportadas por un núcleo de excelentes futbolistas, han creado un engranaje casi perfecto, en el que piezas en muchos otros sitios desechables aquí encajan como si fueran productos de mecánica de alta precisión. En otras palabras, fútbol del de toda la vida puesto a la altura de los tiempos que corren.

 

¿Y tertium non datur? Pues no. Ahí tenemos un tercer modelo, el establecido e inaugurado por el estos días subido a los cielos como gran innovador (!) del fútbol español. Es el modelo Jesús Gil. Se asemeja en la superficie al modelo merengue en que aquí también hay una productora de contenidos espectaculares. Pero se trata del espectáculo cutre y chambón de los reality show. En él nos hemos establecido con la marca inconfundible y por nadie disputada de sufridores -en lo íntimo- y chabacanos -en la presentación-. Mas lo curioso del caso es que la figura ha calado, hasta el punto de que hemos venido a convertirnos en expresión paradigmática del famoso dicho, según el cual la naturaleza imita muchas veces al arte.

 

Decía una vez mi vecino Juan Cueto, hablando de la famosa novela de su antepasado Clarín, que no es que Vetusta fuera la expresión de la esencia de Oviedo, sino que ésta era la materialización de la esencia de aquélla. Pues al Aleti le ha pasado algo similar: no es que el gilismo haya captado y esenciado el tradicional sentimiento atlético, sino que el primero –desde los medios conformadores de opinión y significados-  ha terminado por construir y moldear una identidad en la que gran parte de la afición atlética ha terminado por reconocerse e instalarse cómodamente. De otra forma, yo que nací y crecí entre la familia colchonera, no alcanzo a comprender cómo ésta ha podido transmutarse en la actual tribu rojiblanca.

 

Mas no sería de extrañar que, muerto el gran jefe, el profeta, sus descendientes naturales renunciaran a crear el califato. Veremos entonces retornar, como por arte de magia, el espíritu colchonero, y de su mano la exigencia firme e impaciente a los eventuales nuevos dirigentes de que nos conviertan en un Valencia de la noche a la mañana. Oiremos y leeremos a los propagadores y encubridores del gilismo convertirse en líderes de la exigencia de seriedad, rigor y, por supuesto, resultados inmediatos; y claro, a la tribu rojiblanca querer reconvertirse de un día para otro de ajada cenicienta en bella y elegante princesa. Tiempo al tiempo.

Posted: may 19 2004, 12:00 por SDHEditor
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