Un hipócrita en estado puro (13/10/2004)
Como saben ustedes, Gil Marín concedió hace poco una entrevista al diario Marca. Estuvo en su línea —ya satirizada por Ozemaría a propósito de otras declaraciones—, esto es: modosito, muy modosito. Vamos, un hipócrita en estado puro. Sin embargo, ante un periodista algo menos complaciente que los otros cubicularios que le tiran de la lengua, Gil Marín masculló, bien que muy a su pesar, alguna media verdad. Por ejemplo dijo que se vio “con los dos pies en la cárcel”. (Y no le faltaban motivos para abrigar un temor así.) Y también que ser propietario de un club sirve, entre otras cosas, para “si un día, por lo que fuera, quieres dejarlo, vender, coger lo que puedas (sic) y cambiar de estrategia”.
Ese coger lo que puedas que he subrayado, ¿no luce como un pepita de sinceridad rodeada por un piélago de embustes y tartuferías? Voy a ensayar la traducción de algunas de las frases, muy mal cortadas —lo cual es tanto culpa de Gil Marín como del periódico—, que el sucesor del difunto fue salmodiando ante el reportero, como un curilla de aldea sus semiolvidados latines. “Yo sigo siendo un empleado”. O sea: además de ser el dueño del club, cobro el mayor sueldo que el club paga. “El funcionamiento del Atleti no está tan ligado al hecho de que haya un miembro de la familia Gil o de otra”. O sea: si las cosas marchasen peor de lo que van, sabed que yo no sería el responsable. (¿Y quién lo sería? La respuesta, en el siguiente párrafo.) “Es difícil que se pueda pitar a gente que ya no está en el día a día”. Esto es: No me chilléis, por lo que más queráis. Apuntad a Cerezo, que lleva la voz cantante y es el que manda de verdad, o a los empleados Ruiz y Muñoz que, junto con los dos miembros del Consejo de Administración cuyo anonimato respetaré por razones que me reservo, son los que manejan el Atleti. (Dirección colegiada quiere decir, en el diccionario de Gil Marín, “A mí pío que yo no he sido”.)
“Hoy en día queda [en la oposición] alguien correcto y sensato, Alfonso Camba, que tiene abiertas las puertas del club”. En román paladino: “Los que me critican son unos piernas; el único que no está tieso es Alfonso Camba. ¡Cómo me gustaría que comprase un 20 o un 30 por ciento del club! Ya sé que es imposible, pero en todo caso necesito que esté ahí para cuando vendamos el Calderón, porque tendría bemoles que, una vez esquilmado el Atlético, nadie quisiese el club; quiero decir, su cáscara. “Ferrando tiene criterio, carácter grande…”. O lo que es lo mismo: era el entrenador más barato que había. El resto es intraducible pues se trata de un guisote a base de ensalada de sinsentidos, concentrado de embustes al 90 por cien, necedades marinadas y delusorias promesas en un idioma bárbaro, como corresponde al hermano lego de Valdeolivas.