Pienso que a ningún aficionado mínimamente avezado, no ya experto, se le puede escapar que Torres afronta unas exigencias muy elevadas, y que no suelen ser planteadas a futbolistas de su edad. La afición colchonera, justificadamente ávida de un ídolo que llevarse a la mente y el corazón, hace tiempo que ha depositado en Torres todas sus ilusiones y todos anhelos de recuperar la grandeza perdida por obra y desgracia de nuestros funestos dirigentes. Los medios deportivos, ávidos de audiencia, pronto captaron esta circunstancia, y se han aprestado a sacar beneficio de ella, contribuyendo a la construcción del nuevo mito colchonero. Pero estos medios, como tienen otras clientelas más sustanciosas –aunque menos sustanciadas- que atender también, tan pronto como el mito colchonero amenazaba con ser un competidor con el mito merengue, no han dudado en pasar a zurrarle de lo lindo, y poco menos que a culpabilizar al bueno de Torres de casi cualquier mal que aqueje a la alicaída escuadra nacional.
A ello se suma la presencia en escena de Luis, acerca de cuya relación con Torres han corrido ríos de tinta y baba, asegurando que no lo quería, que no le gustaba, que lo ha maltratado, etc. Luis, que puede ser cualquier cosa menos tonto, no ha dudado en contar con Torres para su selección. Pero lo cierto es que, cuando las cosas –bien pronto, por cierto- se le han torcido, ha contribuido a alimentar la pira en la que se pretende quemar a Torres, arrojándolo a la suplencia. No han valido de mucho sus palabras exculpatorias para Torres, pues en esto del fútbol, al fin y la postre, lo que cuenta para casi todos es lo que se ve en el campo. Y ayer, Torres no estuvo en él de titular.
¿Es justo que no estuviera? Abstractamente considerado, creo que ni justo ni injusto. Fue uno más en el mal partido jugado contra Bélgica. Y ayer, uno menos en el no menos malo jugado contra Lituania -de lo que se desprende, que no es el culpable principal de mal alguno-. Pero considerado concreta, comparativamente, que es como hay que considerar las cosas cuando de justicia se habla, su suplencia ayer fue injusta, y además por dos razones. La primera, porque otros que jugaron igual de mal o peor incluso que él ante los belgas, repitieron presencia en el once titular, y además para ocupar un puesto que no es el suyo. Me refiero, como es obvio, a Raúl, cuyo partido ayer volvió a ser lamentable, como no podía ser de otra forma. ¿Quién y cómo pretendía Luis que marcara un gol en el primer tiempo en Vilnius? Pero, y con ello voy a la segunda razón, su salida al campo, en el momento en que lo hizo y con el equipo español que había sobre el césped, fue también, si no injusta, sí, al menos, inadecuada. ¿Quién esperaba Luis que subiera los balones para los delanteros? Jugando con dos centrocampistas sólo, con Luque convertido en hombre orquesta por su banda y con Tamudo de ala derecha, la verdad es que la cosa estaba complicada. Y todo este desbarajuste táctico y posicional, ¿para qué o por qué? Pues para que Raúl siguiera en el campo, cuando lo lógico es que la entrada al campo de Torres hubiera significado la salida de Raúl. Pero éste parece sagrado para Luis, no sé si por conveniencia –hay que mantener tranquila la fiera merengue- o por convicción –Luis ha loado repetidamente, y desde hace tiempo a Raúl-.
Sea como sea, creo que Torres lo tiene difícil en la selección. El clima no es el más propicio para él. El desorden deportivo es mayúsculo. Y a todo ello hay que unir que él mismo no acaba de dar el salto de calidad que su cualidades potenciales nos hacen esperar. Sigue con los mismos errores en el juego de espaldas; su control y remate o control, carrera y remate, sigue siendo irregular, combinando jugadas brillantes hasta deslumbrar con otras en que ciega por la torpeza. Nadie ni nada parece interponerse en su camino, hoy por hoy, para hacer que el diamante que es se pula poco a poco. Todo en él parece espontaneidad, cualidad y defecto innatos.
Pero, con todo, si en este país la selección fuera como es en otros y realmente representara lo que en ellos representa, Torres debería ser titular, hoy por hoy, pues en su posición, no tiene competidor nacional. Como decía un insólito columnista el otro día, esté verde, amarillo o azul, debería jugar. Mas como las cosas de la selección son aquí diferentes, es muy probable que acabe poniéndose de todos los colores, menos asiduamente de rojo.