El mañana es nuestro (28/10/2004)
Ser del Atleti hoy es una cosa definida por la adhesión inquebrantable al porvenir. Me explicaré: cada verano sueltan sobre el club un cargamento de jugadores (seis, ocho o diez), que lo dejan tan ineficaz, tan insolvente, tan vulgar, como el curso anterior. Los tipos que controlan los resortes de la entidad son infalibles en punto a organizar esa Operación Fracaso que temporada tras temporada tiene al Atleti como favorito absoluto. Y la primera consecuencia de tamaño instinto para la derrota es que el Atleti se ha convertido en el cuadro más previsible de la Liga. Se sabe, sobre todo, cuándo va a perder. (El otro día en Sevilla, sin ir más lejos; o contra el Villarreal en la Intertoto.) Pero, no bien comienza a pintar en bastos, los ganapanes a las órdenes de los tipos que controlan los resortes de la entidad ponen en marcha una estratagema que podríamos denominar del “futurible”, hábilmente concebida para huir de los hechos a la ficción. Y lo grande del caso es que la gente colchonera la devora en grandes dosis. Es una hinchada de atunes a la que le encantan los anzuelos. ¿Será por el hierro que contienen?
De modo que ser del Atleti hoy es muy fácil. Basta con conjugar los verbos en pretérito o, principalmente, en futuro, e ir por la vida sonámbulo ante el presente. No somos, aunque fuimos y nos juran por lo más sagrado que volveremos a ser. De manera que lo que pase este año poco importa porque nos queda el año que viene. En realidad siempre nos quedará el año que viene. Hasta que un día nos digan: “Ya no los hacen”. “¿Qué cosa?”, preguntaremos no muy seguros de haber oído bien. “Los años que viene”, responderán quienes despachan esos chupetes para recién nacidos. “Pero no puede ser; yo había encargado media docena”, protestaremos nosotros; a lo que replicará malhumorado el dependiente del almacén: “Oiga, ¿qué quiere que le haga? La fábrica quebró. Vendemos docenas de años, pero ninguno del Atleti”.