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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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En el cementerio inglés (16/02/2005)

Érase una vez un niño muy chiquitito que vivía en una barrio de Madrid, su infancia fue normal, con sus momentos de ternura y cariño, pero también con momentos de travesuras propias de la edad. Ese niño empezó a caminar con una caja de zapatos, más tarde a correr, a darle patadas a un balón y por fin un día se vistió de futbolista. Su traje era a rayas y con un pantalón azul marino. Ese traje se lo compró su padre y el niño ardía en deseos de ponerse el traje y soñaba con emular a Joao, Heraldo, Rubén Hugo, José Eulogio y todos aquellos que entonces eran sus idolos y que hubiera dado cualquier cosa por verlos y darles su mano.

 


 

Por aquel entonces, ese niño cuyo germen rojiblanco ya se había apoderado de su  ser, no tenía la posibilidad de poder acceder al interior del estadio, primero porque no era socio y segundo porque le enseñaron a no colarse en los sitios sin entrada. Ante tal circunstancia, cuando el Atleti (su equipo del alma) jugaba de local, aprovechaba para ponerse su traje y convencer a su padre, a su primo y su tío para ir lo más cerca que podía  del estadio. Se conformaba con oir el bullicio del interior, con oir a la gente gritar gol, con imaginar las jugadas de sus ídolos y con ver por el resquicio de las esquinas del estadio a parte del público dentro. Para ello se iba a un parque próximo y junto a la tapia de un cementerio, miraba, miraba fijamente a ese coloso en forma rectangular y cuando oía "GOOOOOOOOOL"  su corazón infantil estallaba de júbilo. Ya no importaba nada, no importaba si tu primo te había regateado o había marcado más penaltis que tú en la portería "fabricada" por dos troncos del viejo parque de San Isidro.

Cuando el niño escuchaba GOOOOOOOOL, era feliz, le entraban más ganas de ir al cole al día siguiente y de presumir de su traje de algodón.

Allí permanecía hasta el fin del partido, dejándose meter los goles que el jodido primo quería. Él prefería perder y que ganaran los suyos, aquellos por los que estaba en el cementerio inglés cada quince días.

(Este texto va dedicado a todos los niños atléticos del mundo y en especial a uno, al que no conozco, pero al que ví llorar el otro día porque su padre le decía que no volvían más).

Posted: feb 16 2005, 12:00 por SDHEditor
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