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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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Deportistas (06/05/2005)

He aquí la paradoja: son precisamente los profesionales del deporte los que, indirectamente, defienden la deportividad. Ni entre los aficionados ni entre los informadores abundan los ángeles custodios del fair play. Los primeros porque se han transformado en unos ávidos consumidores de prestigio y los segundos porque han asumido como algo inherente a su labor la mitomanía mercadotécnica. Sí, el deporte deviene en religión del éxito a través de los aficionados y de los periodistas, no de los campeones.  
Por eso, si bien los profesionales del fútbol, del automovilismo, del tenis o de la modalidad que gustéis son los que de verdad se la juegan (para ellos el deporte no es sólo un juego, ni principalmente un juego), el adarme de fair play e incluso de sensatez que aún pudiera pervivir en el deporte actual lo portan en solitario algunos de sus protagonistas. Dos ejemplos recientes. Zidane acaba de asegurar que le avergüenza el apelativo de galáctico (más incluso que no rendir a la altura de su sueldo y de su celebridad); y Fernando Alonso afirma que el secreto de las victorias de un as del volante es el coche. ¿Falsa modestia? ¿Humildad? Nada de eso: puro sentido común. Durante el puente presencié por TV el Campeonato del Mundo de snooker (un tipo de billar que practican en el Reino Unido). A la final llegaron Shaun Murphy y Mathew Stevens. Cincuenta mil libras en juego.  Ganó Murphy por 18 frames (entradas, partidas o mangas) a 16. Del extraordinario match que se dilató el domingo y el lunes, y por encima de la casi increíble habilidad de los contendientes y de su fabulosa resistencia, me impresionó la perfecta, la exquisita, la británica contención de ambos. Cuando sobrevino el desenlace, y hubo la oportunidad de dar rienda suelta a los sentimientos incubados durante tres largas semanas, el triunfador, sonriente, saludó al público y el perdedor puso al mal tiempo buena cara (no era un rostro feliz, pero había en él un disgusto elegante, incluso noble). ¿Qué la procesión iba por dentro? ¡Es que tiene que ser así! Murphy, Stevens, Alonso, Zidane: óptimos profesionales y buenos deportistas.

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