Columnas del Foro

Las Perlas del Foro de Señales de Humo

Sobre las Columnas

El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

Recursos Sindicaciones

Gigantes y cabezudos (01/06/2005)

 Es una pena que no exista en la crítica deportiva alguien que imite lo que hacía el difunto Joaquín Vidal con respecto a los toros. Faltan en las crónicas del deporte: sentido del humor, gusto y respeto por los hechos; y sobran: parcialidad, chaladura y quincalla verbal.

Días atrás abrí un periódico y encontré en una de sus páginas deportivas el siguiente titular: “Se va un gigante del fútbol” (sic).  Pensé: ¿de quién se tratará, de Di Stéfano, de Pelé,  de Maradona, de Cruyff, de Beckenbauer, ….? No, el gigante era ¡Fernando Hierro! 

 
Por consiguiente, ¿a quién le puede sorprender que en la última final de la Copa de Europa, el mismo cabezudo que ve en Hierro a un gigante hallara colosal el triunfo de los reds? A mí no. Ahora bien, en ambos casos tan desmedida euforia hunde sus raíces en hechos minúsculos, casi  mezquinos; en efecto, se trata de un ideólogo merengue que odia a los italianos y disfruta cuando pierden. El Milán es un club de Italia que, como todos los cuadros transalpinos, propugna un fútbol cobardica y miserable  (aunque su peor defecto es que sigue a los blancos de cerca en el palmarés de la Copa de Europa), motivo por el cual todos íbamos con el Liverpool la otra noche. (Maese Michel y maese José Ángel de la Casa atribuyeron la deliciosa parcialidad a que había españoles en el equipo inglés; mentira podrida en un noventa por ciento.) Pero hay un límite; por eso el que un señor que se ha atrevido a glosar las victorias blancas contra adversarios de poca monta en términos obscenamente deliquiosos, (siempre va con el rico y el grande y ensalza de modo sistemático a Goliat), se atreva a escribir:  “El fútbol necesita la épica de los débiles, no vaya a ser que el dinero abra una fractura irreparable entre opulentos y descamisados”, es algo como para revolver las tripas del Sumo Pontífice de los fariseos. ¡Vade retro, Caifás! Dicho esto, el partido.  Daré mi opinión. Por una vez los estetas patrios no iban con el cuadro que mejor construye el juego de los dos que se disputaban la Copa y centraron sus análisis en las emociones y el carácter. Según ellos la bravura del Liverpool determinó el resultado de la final. Es una bravura que viene de antiguo (esas cosas se heredan), plasmada en el famoso himno del cuadro inglés. Vaya por delante mi repugnancia ante toda clase de eslóganes, incluido el “You’ll never walk alone” de marras, que hiede a salmo de la Casa de la Pradera. (No sé qué tienen contra el walk alone; se anda más deprisa y se pone más atención al paisaje.) Aborrezco el sentimentalismo y la mitomanía; el primero porque suele ser la coartada de los incompetentes y de los demagogos; y la segunda, porque la leyenda deportiva abunda en  falacias y, por lo común, es literariamente nula.  La final del otro día fue rara, sólo eso. Empezó con el gol de semichurro de Maldini y prosiguió con un paseo de los rosoneri frente a un rival que no daba una a derechas. Me dije: no hay partido, qué se le va a hacer. Pues bien, pitó Mejuto, acabó la paliza, el Milán cogió la Copa y se fue al vestuario. Al regresar se la había dejado olvidada en las duchas. Pero que conste que para que el vuelco en el marcador se produjese pasó de todo y casi nada que tuviera relación con el carácter.  De hecho el Liverpool volvió al campo con cara y actitud de “virgencita que me quede como estoy”, circunstancia de la que se percató hasta Michel, quien llegó a aconsejar a los reds que se concentrasen en mantener el score, no fueran a encajar una goleada humillante. El nuevo dibujo de Benitez propició el adelantamiento de Gerrard (espléndido su cabezado en el centro de Riise). Pero sólo después del tiro de Smicer, al que tardó en reaccionar Dida, el Liverpool se creyó capaz de igualar la contienda. Y la igualó merced a un penaltito / personal de los que tantas veces no se cobran. Y después del empate volvió a su táctica de siempre: entorpecer la circulación de los italianos y soltar algún balonazo para que sudaran los delanteros. En la prórroga nunca salió de su trinchera. (Lo cual quiere decir que no interpretó su inesperada fortuna como signo de la pujanza propia y del hundimiento del adversario; nunca se creyó mejor porque no lo era.) Opino que el Liverpool fue el finalista más endeble que logra alzarse con el trofeo. No vale ni de lejos los tres goles que consiguió. Fuera del portero, que estuvo mal y bien, en diferentes fases del encuentro, Hyppia, Garragher, Alonso y Gerrard fueron sus únicos jugadores destacados (Smicer también desempeñó una labor útil). Y es un milagro que venciese con unos puntas tan flojos como Luis García y Baros; tampoco Cisse es un crack. ¿Pagó el Milán su exceso de confianza? El Milán de hoy no es el de Sacchi, aunque esté en el tipo. Concuerdo con El Socio en que tiene poca alma. Es un conjunto frío, algo mecánico y que se despista. Le ocurrió en Coruña en año pasado y esta temporada contra el PSV. Pirlo (de cuya clase nadie duda pero que no es un mediocentro cabal) flaquea en la destrucción. Hasta Gatusso parece haber perdido parte de su antigua agresividad. Fue estúpido su medio agarrón a Gerrard y ni él ni Pirlo atajaron a Smicer al borde del área en el segundo tanto de los ingleses. Quizá la clave de esas lagunas esté en la vejez de varios de sus titulares: Maldini, Cafú, los citados Gatusso y Pirlo, etc.  Pero, aun así, el Milán fue mejor y mereció más. Dos palabras para concluir. Una, sobre los penaltis.  Mejuto, que pitó bien (ayudado por unos acertados linieres),  se equivocó al consentir que Dudek saliese al área chica. Otra, sobre el capitán del Liverpool. En el fútbol inglés todavía es posible tropezarse con un tipo de jugador que lo hace todo y todo lo hace bien. Este año en que brilló Lampard, el factótum de varios de los éxitos del Chelsea, su homólogo del Liverpool, Gerrard, se sentía en entredicho. En la final empezó de medio, prosiguió de segundo atacante y acabó de lateral, interceptando todos y cada uno de los centros de Serginho.  Además, alentó y estimuló constantemente a los suyos. Kaká es un distribuidor estupendo (regatea, avanza y pasa como nadie), pero Gerrard es aún ese chavalín que, cuando está en vena, aunque jugase de portero sería la figura. Y se comporta como un jefe.

Comentarios

Aún no ha hecho nadie ningún comentario. Escribe alguno y sé el primero :P