Paseo de los melancólicos (12/09/2005)
Qué le vamos a hacer, España volvió a pinchar. Lo siento especialmente por Luis, que es un hombre sensato —affaire Henry aparte— y un entrenador solvente, y por Casillas, que casi nunca yerra y la otra noche lo hizo. (Ahora bien, cuando el portero se equivoca casi siempre lo paga. En un juego tan colectivo como el fútbol, el guardameta está solo —incluso viste diferente— y por eso desempeña a menudo el papel de héroe o de villano.)
Qué pena, porque la primera parte de la selección, con Raúl en plan líder, valía el triunfo. Tras el descanso, sólo Xavi Alonso mantuvo la tónica excelente del inicio. No es extraño que fuesen precisamente Raúl y Alonso los mejores del conjunto nacional: su mezcla de virtudes físicas y técnicas es aceptable. Xavi Hernández, Vicente y Tamudo —por ejemplo— son bulliciosos y listos, pero tienen poca fortaleza; a Joaquín y Torres, propietarios de un físico superior, les falta criterio y les sobra irregularidad; para colmo, a la hora del disparo se ofuscan. No, no acabamos de dar con el jugador completo, con el superclase absoluto. (Raúl y Alonso se aproximan, pero tampoco llegan.) En el combinado español hay juventud, hay ánimo, hay velocidad, hay clase —aunque tampoco sobra—, pero no poseemos un Zidane o un Ronaldo (y me refiero al Zizou de la Juve o al Roni del Barça). Es así y no hay que darle más vueltas. Con todo, soy de los que opinan que España puede hacer un buen Mundial, a condición de que crezca un poco y, por supuesto, de que logre el billete. Una palabra sobre el Calderón. Hirvió igual que para el Atlético, y el público se fue abrazado al vacío, como suele ocurrir con el cuadro local. La temporada pasada lo llenó el anhelo de vencer… ¡al Osasuna!, una noche menor. El España-Serbia también lo era. De haber ganado, no hubiera habido razones para la euforia, pero la cosa terminó en empate. Los aficionados iban mascullando, Paseo de los Melancólicos arriba: ¡Ay, esta España!, ¡esta España! Puro Atleti de otras épocas; ¡si hasta el árbitro nos birló un penalti!